miércoles, 22 de abril de 2009

El árbol sin comida


Érase una vez, un árbol del colegio El Lloréu que vivía feliz hasta llegar ese día, el día en que su vida comenzó a peligrar. Pero empecemos por el principio.


En este dicho colegio, un árbol altísimo, con arrugas en su corteza, ya casi sin hojas y con sus ramas finas completamente desnudas. Siempre veía a los niños jugar en su territorio con su balón, sin ser conscientes de su compañía. Pero un viernes, justo después del recreo, se dio cuenta de que algo fallaba, que algo no iba bien, que algo le faltaba. Tras un tiempo de investigación descubrió el problema. Cuando se dio cuenta no paraba quieto, a pesar de que no se podía mover, pero en su conciencia sí. El caso es que... ¡NO QUEDABA ALIMENTO CERCA DE DONDE EL ÁRBOL ESTABA INSTALADO! ¿Qué iba a hacer ahora? Sin comida hasta el lunes ya que no volvería a ver a los niños hasta después del fin de semana y no podría pedir ayuda. Ya estaba viejo y sabía que sin alimento no aguantaría mucho ni poco tiempo, tardaría menos de poco. Tenía que resistir.



Acabó el viernes sin problema alguno, cosa que le sorprendió pero no estaba acostumbrado a resistir el Ramadán y por tanto sabía que le iba a costar un poco aguantar lo que quedaba. El sábado ya las pasó canutas. Intentó alargar las raíces todo lo que pudo como si fueran topos bajo la tierra que incluso sobresalían del límite del suelo, pero no encontró ningún alimento. El domingo ya no podía más, estaba de buscar comida hasta el gorro y seguía sin encontrar ni una gota de agua.



Como pudo llegó al lunes y al ver a los niños recobró fuerzas y gritó:


-¡Eh, que no tengo comida, traed algo para mí!


Pero no se oyó ni el más mínimo suspiro. Estaba mudo.


Creyó que su vida se había acabado o estaba a punto de hacerlo y comenzó a llorar toda su savia.


-¿Qué te pasa árbol?-preguntó una niña- ¿Porque lloras?


Pronto descubrió que lloraba por su vida y por su comida. Le trajo rápidamente sales minerales y las incrustó en su tronco para que la savia la absorbiese. Desde aquel día la niña le da al árbol las sales minerales que necesita y éste le da las gracias para sus adentros.


Ese árbol aún sigue presente en el colegio El Lloréu.







Fdo.:Guille

1 comentario:

Profe de Sexto dijo...

Es un cuento bién trabajado y encantador, es el mejor que he visto hasta ahora.

Con mis más sinceros pensamientos:Alberto.